El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

lunes, 31 de julio de 2017

GARANTÍA DE CONTINUIDAD.







-¿Y para permanecer, para cumplir su deseo de amor quienes emprendieron juntos un mismo destino, cuál será el reto más grande que habrán de superar, y qué preservarán en su relación por encima de todo? - Preguntaron las palabras.

Y el sentir se reveló:

El amor pretende la convivencia, pues en ella encuentra garantía de continuidad. Pero en la convivencia se revelan las pasiones humanas como motor de conflictos interpersonales que hacen de ella un terreno resbaladizo y farragoso, que puede llegar a envenenar la relación de respeto en la que fue basada. El respeto mutuo es el fundamento de la convivencia, sin el cual el amor muere asfixiado por la incomprensión.

Cuando se piensa que con el paso del tiempo se desconoce más al compañero de viaje, se está siendo injusto con él y también con uno mismo. Todo tiempo tiene su poso de experiencia, por lo que, después del transcurrido en convivencia, es impropio afirmar desconocimiento. Lo que con el transcurrir del tiempo no se comprende en el otro es reflejo de la incomprensión propia, del ser que se desvela lentamente en la relación de convivencia.

Dos caminan juntos para evitar la soledad del ser que aman y que sienten incompleto en sí mismo. La entrega mutua será el alimento de su convivencia y el respeto por el otro la garantía del compromiso adquirido.
Para que uno crezca, el otro habrá de aceptar sus motivaciones y ayudarle en su realización. Y de igual modo corresponderá aquel. Las diferencias personales se convierten en trabas cuando en la relación intentan imponerse unas sobre las otras. De otro modo, compartiendo lo diferente de cada uno para otorgarle un mismo valor, se engrandecen las individualidades y se sostiene la unión pretendida. 








lunes, 24 de julio de 2017

LA RESPUESTA.






-Pero no te equivoques - le dijo - del hombre más culto puede nacer la inmoralidad más grande. 
Lo que en el ser humano consideramos culto y educado pierde su significado cuando no supera la incomprensión de quienes no han llegado al mismo nivel de entendimiento; pues retorna, sin quererlo, al instinto natural de conservación que niega todo lo que no concuerda con sus intereses y se transforma en soberbia .

Su padre era un hombre cabal.

-La cultura personal no la hace la acumulación de datos en nuestro conocimiento, sino la capacidad de reflexionar sobre ellos para obtener conclusiones propias. Sólo de ese modo podemos decir que nos guiamos con criterio.
Pero no se puede olvidar que los datos son infinitos y que nuestra capacidad de reflexión es limitada por el tiempo y las circunstancias ambientales, por lo que nuestro criterio es importante en la medida que es necesario y podemos hacerlo posible para los demás.
Cuando tratamos de imponer nuestro criterio, aún teniendo más argumentos, más datos y respuestas que aportar, perdemos la perspectiva real de la comprensión necesaria que permite avanzar en el verdadero conocimiento, que es aquel que nos ayuda a  coexistir armónicamente con el entorno mientras dura nuestro tiempo.

Miró a su padre, que era un hombre que había tocado la vejez y a quien respetaba y admiraba por muchas cosas. Aparte de sobrevivir a los avatares de la vida, nunca empleó sus fuerzas en conquistar su sitio en el mundo, sino en descubrir el que habitaba en su corazón y hacerlo posible con los demás. Quizás entendiera que el mundo es uno pero son muchos, y que nada nos pertenece si no nace de nuestro interior.
Comprendió que él era muy joven todavía para saber demasiado, y que su padre ya estaba de vuelta de muchas cosas que aún tardaría en aprender. Su osadía le había conducido a aquella respuesta. Nunca lo olvidaría.  





martes, 11 de julio de 2017

EL DON.









Tomó la mano de quien pretendía ser su discípulo y bañó las yemas de sus dedos en un pequeño cuenco con aceite de oliva. Después los acercó a su pecho desnudo, y con un lento y suave movimiento circular de sus manos extendió el liquido viscoso sobre la piel. Con sus dedos aún sobre los del joven, le preguntó:

-¿Qué sientes?

-Como si el aceite hubiera creado un espació de comunicación sobre la piel bajo mis dedos - le respondió -, que me permite sentir como late la materia que discurre llena de vida en el interior de mi cuerpo. Como el ciego, que convierte las percepciones de su tacto en imágenes en su mente.
¡Es maravilloso. Ahora podré curar!

Había pedido al maestro que le trasmitiera el conocimiento de su don para curar.

-No confundas tus deseos con la percepción de los sentidos, es un camino falso que conduce al fracaso; ambas cosas raramente coinciden - le dijo el maestro -. Eso que en mí llamas don, sólo es algo para lo que no me preparé y que aprendí de otro en la práctica necesaria y desinteresada, y que nunca utilicé como herramienta de subsistencia.
Tú crees que curarás a otros, pero te engañas, son ellos quienes se curarán o perecerán en tus manos, que serán un medio, nada más. La enfermedad derrota primero la voluntad para vencer después al cuerpo, que sin ella no puede recuperarse por muchos que sean los esfuerzos exteriores por salvarlo.
Quien quiere curar no precisa de ningún don sobrenatural, está siempre dispuesto a poner sus manos al servicio de la vida cuando ésta lo reclama sin mayor ambición que la de aprender de ella. Y la vida es un eterno aprendizaje.
Si quieres curar habrás de buscar donde más lo necesitan, donde tu alma y tus manos serán necesarias cada día, cada hora y minuto; allí conocerás la verdadera lucha entre la vida y la muerte, auténtico misterio de la existencia.
Si lo que pretendes es el éxito, la fama y el poder, con suerte sólo llegarás a ser un rico comerciante de vidas rotas por el dolor, amenazadas por la muerte.
Temo haberte defraudado, pero si lo que venías buscando era adquirir una cualidad especial que resolviera tu inexperiencia y atrajera a los necesitados hasta ti, te has equivocado, porque nada puede suplir a la práctica. Y ésa, aquí no podrás encontrarla.