-Pero no te equivoques - le dijo - del hombre más culto puede nacer la inmoralidad más grande.
Lo que en el ser humano consideramos culto y educado pierde su significado cuando no supera la incomprensión de quienes no han llegado al mismo nivel de entendimiento; pues retorna, sin quererlo, al instinto natural de conservación que niega todo lo que no concuerda con sus intereses y se transforma en soberbia .
Su padre era un hombre cabal.
-La cultura personal no la hace la acumulación de datos en nuestro conocimiento, sino la capacidad de reflexionar sobre ellos para obtener conclusiones propias. Sólo de ese modo podemos decir que nos guiamos con criterio.
Pero no se puede olvidar que los datos son infinitos y que nuestra capacidad de reflexión es limitada por el tiempo y las circunstancias ambientales, por lo que nuestro criterio es importante en la medida que es necesario y podemos hacerlo posible para los demás.
Cuando tratamos de imponer nuestro criterio, aún teniendo más argumentos, más datos y respuestas que aportar, perdemos la perspectiva real de la comprensión necesaria que permite avanzar en el verdadero conocimiento, que es aquel que nos ayuda a coexistir armónicamente con el entorno mientras dura nuestro tiempo.
Miró a su padre, que era un hombre que había tocado la vejez y a quien respetaba y admiraba por muchas cosas. Aparte de sobrevivir a los avatares de la vida, nunca empleó sus fuerzas en conquistar su sitio en el mundo, sino en descubrir el que habitaba en su corazón y hacerlo posible con los demás. Quizás entendiera que el mundo es uno pero son muchos, y que nada nos pertenece si no nace de nuestro interior.
Comprendió que él era muy joven todavía para saber demasiado, y que su padre ya estaba de vuelta de muchas cosas que aún tardaría en aprender. Su osadía le había conducido a aquella respuesta. Nunca lo olvidaría.
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