El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

martes, 11 de julio de 2017

EL DON.









Tomó la mano de quien pretendía ser su discípulo y bañó las yemas de sus dedos en un pequeño cuenco con aceite de oliva. Después los acercó a su pecho desnudo, y con un lento y suave movimiento circular de sus manos extendió el liquido viscoso sobre la piel. Con sus dedos aún sobre los del joven, le preguntó:

-¿Qué sientes?

-Como si el aceite hubiera creado un espació de comunicación sobre la piel bajo mis dedos - le respondió -, que me permite sentir como late la materia que discurre llena de vida en el interior de mi cuerpo. Como el ciego, que convierte las percepciones de su tacto en imágenes en su mente.
¡Es maravilloso. Ahora podré curar!

Había pedido al maestro que le trasmitiera el conocimiento de su don para curar.

-No confundas tus deseos con la percepción de los sentidos, es un camino falso que conduce al fracaso; ambas cosas raramente coinciden - le dijo el maestro -. Eso que en mí llamas don, sólo es algo para lo que no me preparé y que aprendí de otro en la práctica necesaria y desinteresada, y que nunca utilicé como herramienta de subsistencia.
Tú crees que curarás a otros, pero te engañas, son ellos quienes se curarán o perecerán en tus manos, que serán un medio, nada más. La enfermedad derrota primero la voluntad para vencer después al cuerpo, que sin ella no puede recuperarse por muchos que sean los esfuerzos exteriores por salvarlo.
Quien quiere curar no precisa de ningún don sobrenatural, está siempre dispuesto a poner sus manos al servicio de la vida cuando ésta lo reclama sin mayor ambición que la de aprender de ella. Y la vida es un eterno aprendizaje.
Si quieres curar habrás de buscar donde más lo necesitan, donde tu alma y tus manos serán necesarias cada día, cada hora y minuto; allí conocerás la verdadera lucha entre la vida y la muerte, auténtico misterio de la existencia.
Si lo que pretendes es el éxito, la fama y el poder, con suerte sólo llegarás a ser un rico comerciante de vidas rotas por el dolor, amenazadas por la muerte.
Temo haberte defraudado, pero si lo que venías buscando era adquirir una cualidad especial que resolviera tu inexperiencia y atrajera a los necesitados hasta ti, te has equivocado, porque nada puede suplir a la práctica. Y ésa, aquí no podrás encontrarla.










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