-¿Y para permanecer, para cumplir su deseo de amor quienes emprendieron juntos un mismo destino, cuál será el reto más grande que habrán de superar, y qué preservarán en su relación por encima de todo? - Preguntaron las palabras.
Y el sentir se reveló:
El amor pretende la convivencia, pues en ella encuentra garantía de continuidad. Pero en la convivencia se revelan las pasiones humanas como motor de conflictos interpersonales que hacen de ella un terreno resbaladizo y farragoso, que puede llegar a envenenar la relación de respeto en la que fue basada. El respeto mutuo es el fundamento de la convivencia, sin el cual el amor muere asfixiado por la incomprensión.
Cuando se piensa que con el paso del tiempo se desconoce más al compañero de viaje, se está siendo injusto con él y también con uno mismo. Todo tiempo tiene su poso de experiencia, por lo que, después del transcurrido en convivencia, es impropio afirmar desconocimiento. Lo que con el transcurrir del tiempo no se comprende en el otro es reflejo de la incomprensión propia, del ser que se desvela lentamente en la relación de convivencia.
Dos caminan juntos para evitar la soledad del ser que aman y que sienten incompleto en sí mismo. La entrega mutua será el alimento de su convivencia y el respeto por el otro la garantía del compromiso adquirido.
Para que uno crezca, el otro habrá de aceptar sus motivaciones y ayudarle en su realización. Y de igual modo corresponderá aquel. Las diferencias personales se convierten en trabas cuando en la relación intentan imponerse unas sobre las otras. De otro modo, compartiendo lo diferente de cada uno para otorgarle un mismo valor, se engrandecen las individualidades y se sostiene la unión pretendida.
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