El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

domingo, 10 de marzo de 2019

LA ARMONÍA DE LA DIVERSIDAD.








-Todas las leyes que tienes son nulas, paisano. - Me decía. Esa sería su última lección, la que más me costaría aprender.

Mi padre admiraba la retórica de mi dialéctica, la cuál gustaba poner a prueba aunque él no necesitara debatir, discutir por nada. A su edad sólo esperaba de la vida que no le faltara el sustento, la tranquilidad que aporta la falta de preocupaciones cuando únicamente se depende de uno mismo, y el tiempo necesario para disfrutar de lo aprendido. Pero admiraba mi idealismo, la vehemencia con que contestaba a lo que creía injusto de la vida sin tener en cuenta su dualidad, y el ímpetu de la rebeldía de mi juventud, que por no comprenderlo, se enfrentaba con el mundo a cada paso. Y cada vez que debatíamos por alguna razón, la cuál yo siempre me empeñaba en llevar, acababa con la misma sentencia. Entonces me obstinaba más todavía y él terminaba riendo con grata satisfacción.

Porque me conocía bien, sabía lo que me depararía el futuro. El también había sido un niño, acostumbraba a recordarme cuando yo exaltaba los valores de mi generación y rebatía sus argumentos con el manido, "eso era antes, las cosas han cambiado". Y aunque era consciente de que nada más que el tiempo lograría hacerme comprender, insistía con otra de las máximas que tan difíciles de concretar resultaban entonces para mí: "Estás comenzando a vivir", me decía. Yo era ya un adulto con retoños, que creía saber lo suficiente de la vida como para no necesitar más explicaciones, pero él se esforzaba para que no olvidase, pues estaba convencido de que un día llegaría a admitir lo que entonces negaba mi idealismo. Cuando hubiese reconocido las veces que necesitamos equivocarnos hasta convencernos de que perdemos el tiempo discriminando las cosas, tomando partido por unas, en detrimento de las otras, sabiendo que todas tienen su razón de ser; lo cual divide nuestra unidad interior y nos enfrenta con el mundo en lucha desigual, que rompe la armonía necesaria para fundirnos con sus maravillas y hallar la plenitud de nuestra existencia. Pues la unidad que representa nuestro ser individual, igual que le sucede al mundo, la conforma la armonía de su diversidad. Armonía que deberemos conservar para sentirnos bien hasta el final inevitable, que descompondrá nuestra diversidad para disolverla de nuevo en la vida de la que partió.












No hay comentarios: