Y las palabras preguntaron al sentir por los muertos y el pasado; y por los vivos y el presente...Y el sentir entonces, reveló:
- Dejad en paz a los muertos para que no os persigan sus fantasmas; dejadlos en paz. Dejad de juzgar a los vivos, pues aún no han terminado su camino. No les juzguéis. No devoréis la vida pues a otros se la estaréis quitando. No os fijéis sólo en vuestros defectos, pues esto impedirá que podáis cambiar lo que os disgusta. Y mirar lo que de bueno tiene vuestro corazón. Seréis felices.
Y de nuevo preguntaron las palabras al sentir. Preguntaron sobre la vida y la muerte. Otra vez, el sentir reveló:
- Se pueden vivir muchas vidas sin necesidad de nacer y morir cada vez. Y en lo que todos y cada uno creemos, siempre es posible; aunque nunca lo percibiéramos así, estaría sucediendo. Sólo nuestra personalidad, nuestro carácter, se interponen entre la vida que no cesa y la felicidad que deseamos. Nuestra personalidad está atada al pasado, esclavizada por los deseos y asfixiada por el temor que produce el desconocimiento.
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