Las palabras preguntaron al sentir sobre la vida. Y el sentir reveló:
- La vida discurre entre aguas turbulentas y rápidas y peligrosas corrientes. Pero también se diluye en los placenteros remansos de las aguas lentas y pacíficas del llano, que a veces la tormenta sacude y desborda, trayendo la destrucción sobre la que a su vez germinará la próxima renovación.
Y las palabras preguntaron al sentir sobre el transcurrir del hombre. Y el sentir reveló:
- Como se mueven las agujas del reloj, que parten de un punto para volver a él constantemente, así es la vida del hombre. Desde que nace busca aprender a levantarse, y cuando envejece, se afana para no caerse. Llora de niño y se queja de anciano. En principio y al final se encuentra desvalido, indefenso e inmensamente necesitado. Nace del mundo y al mundo retorna. Sólo en la esfera encuentran su lugar las agujas del reloj. Y sólo la cuerda que acciona su creador le aporta movimiento, ritmo, sonido y en definitiva, vida.
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