- Háblame de la enfermedad y de la vejez- dijeron las palabras. Y el sentir reveló:
-Nada tienen que ver, y aunque a veces una es consecuencia de la otra y viceversa, sólo son casualidades.
La enfermedad nace engendrada en nosotros desde el instante primero, pues también es una forma de vida; y la vejez es consecuencia del desgaste producido por el inevitable rozamiento de nuestras vidas con otras y la fuerza que ejercemos al resistirnos, lo que provoca una perdida paulatina de las facultades iniciales. Este desgaste es consecuencia lógica de un proceso de transformación en el que vamos perdiendo peso vital, descomponiéndonos progresivamente, para disolvernos de nuevo en el todo.
Las enfermedades son vidas que compiten dentro de otras vidas y que terminan uniéndose en batalla final para salir de un espacio vital que se les queda pequeño.
Ambas, enfermedad y vejez, nos limitan, debilitan y producen sufrimiento, y para ellas, más que nada, se hace necesario el orden, la tranquilidad y la resignación. De otro modo el camino será más penoso.
Tal vez, llegará un día que no enfermemos ni envejezcamos, pero para entonces no tendremos que nacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario