- Vemos el mal por doquier a nuestro alrededor mientras que el bien se esconde - dijeron las palabras -; como si fuera parte de la debilidad que trata de ocultarse, de no ser detectada por miedo a desaparecer al ser descubierta.
Y el sentir se reveló:
- Es difícil ver el bien si creemos que éste siempre es interesado.
Frecuentemente confundimos lo bueno con lo que nos parece conveniente y lo malo con aquello que no resulta de nuestro agrado, o que contraría nuestras decisiones.
Si algo nos reporta bienestar intentamos hacerlo propio, poseerlo, como si únicamente de nosotros fuera el mérito de sentirlo; y si algo nos perjudica pensaremos que en ello no influyeron nuestras decisiones, que es culpa de otros intereses.
Nos negaremos siempre a reconocer que el mal parta de nosotros, pues consideraremos que hicimos lo que debimos y que no es nuestra la responsabilidad última, pues actuamos por legítimo interés.
Por esto resulta tan difícil ver el bien, aunque sólo de él partamos.
¿ Cómo ver el bien en los demás si suponemos que actúan como nosotros, por interés personal ? ¿ Cómo ver el mal en nosotros si defendemos actuar por necesidad ?
El mal y el bien tienen el mismo engendro, la misma raíz, y también parten de nosotros y del resto de las cosas. Algo que para el hombre es perjudicial no quiere decir que sea malo, y por el contrario, todo lo que creemos beneficioso no nos es benigno.
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