-¿Quién aprieta el botón, pulsa el interruptor, activa la aplicación que hace que el mundo, el universo entero, recomience cada mañana tras despertar a nuestro sueño?
¿Quién suministra energía al mundo, al universo inabarcable, para que funcione sin interrupciones en perfecta sincronización y simbiosis? ¿Acaso nuestro mundo es autónomo? ¿Es auto-suficiente el universo?
Si hemos asumido que nadie rige el funcionamiento del universo, que nada hace que sea de un modo determinado en cada momento, sólo su propia metamorfosis, ¿por qué la condición humana sigue usurpando la figura del "supremo hacedor" para crear una élite dirigente que decide el destino de sus congéneres, de las demás especies y de todas las cosas? Una clase que se apropia de los recursos que a todos pertenecen y decide quienes y como los disfrutarán. Una casta que impone el qué, el cómo y el cuándo de todo lo que los demás deben hacer, pensar y sentir; que persuade a las masas con el temor que les impone y suscita en ellas envidia por la impunidad de sus acciones.
Así se dirigieron al aire las palabras, confusas, profundamente desilusionadas, esperando ser acogidas en el sentir que todo lo percibe. Y éste se reveló:
- Si entendemos el cosmos como ente autónomo, auto-suficiente, y los seres humanos como moléculas vivas de él, deberíamos seguir su mismo esquema siendo individualmente autónomos e independientes. Para ello es necesario romper con el sistema que la élite dirigente impone a la mayoría y escapar de su escala de valores, todos ellos ficticios, artificiosos. Vivir en el artificio significa dependencia, y cuanto más nos rodeamos de cosas artificiales para satisfacer nuestra existencia, mayor sumisión de nosotros consigue la estirpe dominante, poseedora ilegítima de lo que pertenece a todos por igual. Lo que un ser humano logra es propiedad de todos los seres, realmente; lo que inventa, descubre y aprende, es conocimiento, progreso y creatividad para los que después llegarán, no es propiedad de unos pocos elegidos.
La independencia del ser humano, imprescindible para un proceso evolutivo positivo de la sociedad, depende de su auto-suficiencia, y es está la que obstaculiza, coarta y limita la clase dirigente que controla los recursos, necesarios en principio para el despegue social. Unos recursos limitados que deberían ser empleados por todos de forma ecuánime y sostenible, no vendidos, despilfarrados por los más pudientes; transformados en productos de consumo desechables, no recuperables para el ciclo biológico, y que sólo en nosotros encuentran su metabolismo provocando mutaciones no deseadas.
El poder, el afán de posesión, es un estigma animal al cuál la condición humana se aferra por miedo a no sobrevivir, pero que obstaculiza su total liberación, lo que significaría una progresión infinita de su creatividad positiva en el cosmos.
Desterrar del ser humano los instintos animales que todavía se encuentran arraigados en su moralidad, como el miedo a desaparecer, que pone en alerta, a la defensiva todas sus capacidades y le impulsa a la posesión y al control de los seres y de las cosas, es vital para la total independencia y autosuficiencia del ser humano. Mientras esto no se consiga totalmente, de forma definitiva, las guerras, las luchas por el control de los recursos seguirán incendiando el mundo y marcando el ritmo evolutivo del ser humano y de su entorno más próximo.
Y entre tanto, las mercancías tendrán prioridad de circulación sobre las personas.
Si hemos asumido que nadie rige el funcionamiento del universo, que nada hace que sea de un modo determinado en cada momento, sólo su propia metamorfosis, ¿por qué la condición humana sigue usurpando la figura del "supremo hacedor" para crear una élite dirigente que decide el destino de sus congéneres, de las demás especies y de todas las cosas? Una clase que se apropia de los recursos que a todos pertenecen y decide quienes y como los disfrutarán. Una casta que impone el qué, el cómo y el cuándo de todo lo que los demás deben hacer, pensar y sentir; que persuade a las masas con el temor que les impone y suscita en ellas envidia por la impunidad de sus acciones.
Así se dirigieron al aire las palabras, confusas, profundamente desilusionadas, esperando ser acogidas en el sentir que todo lo percibe. Y éste se reveló:
- Si entendemos el cosmos como ente autónomo, auto-suficiente, y los seres humanos como moléculas vivas de él, deberíamos seguir su mismo esquema siendo individualmente autónomos e independientes. Para ello es necesario romper con el sistema que la élite dirigente impone a la mayoría y escapar de su escala de valores, todos ellos ficticios, artificiosos. Vivir en el artificio significa dependencia, y cuanto más nos rodeamos de cosas artificiales para satisfacer nuestra existencia, mayor sumisión de nosotros consigue la estirpe dominante, poseedora ilegítima de lo que pertenece a todos por igual. Lo que un ser humano logra es propiedad de todos los seres, realmente; lo que inventa, descubre y aprende, es conocimiento, progreso y creatividad para los que después llegarán, no es propiedad de unos pocos elegidos.
La independencia del ser humano, imprescindible para un proceso evolutivo positivo de la sociedad, depende de su auto-suficiencia, y es está la que obstaculiza, coarta y limita la clase dirigente que controla los recursos, necesarios en principio para el despegue social. Unos recursos limitados que deberían ser empleados por todos de forma ecuánime y sostenible, no vendidos, despilfarrados por los más pudientes; transformados en productos de consumo desechables, no recuperables para el ciclo biológico, y que sólo en nosotros encuentran su metabolismo provocando mutaciones no deseadas.
El poder, el afán de posesión, es un estigma animal al cuál la condición humana se aferra por miedo a no sobrevivir, pero que obstaculiza su total liberación, lo que significaría una progresión infinita de su creatividad positiva en el cosmos.
Desterrar del ser humano los instintos animales que todavía se encuentran arraigados en su moralidad, como el miedo a desaparecer, que pone en alerta, a la defensiva todas sus capacidades y le impulsa a la posesión y al control de los seres y de las cosas, es vital para la total independencia y autosuficiencia del ser humano. Mientras esto no se consiga totalmente, de forma definitiva, las guerras, las luchas por el control de los recursos seguirán incendiando el mundo y marcando el ritmo evolutivo del ser humano y de su entorno más próximo.
Y entre tanto, las mercancías tendrán prioridad de circulación sobre las personas.
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