-Ni siquiera el loco, que no encuentra la calma perseguido por sus fantasmas, ni quien sabe que su final es inevitable, pierden la esperanza de que el día siguiente les sorprenda gratamente. "La esperanza es lo último que se pierde" - dijeron las palabras -. Sólo el suicida se escapa a la máxima abrumado por las dudas de los errores encadenados, los cuales suponen su única certeza.
¿Es nuestro estado de vida el paraíso de la existencia?¿Es, nuestra nostalgia por lo vivido, lo que nos hace angustioso reconocer que sólo estamos de paso?¿Son necesarios tanto dolor y tristeza para despedirnos, antes de cerrar los ojos a la vida que conformamos?
Y el sentir se reveló:
- La vida es un cambio de estado que no cesa, en ello basa su evolución permanente. La muerte es la constatación de su continuidad, la puerta abierta a otras dimensiones de la existencia.
La nuestra es vida consciente de sus transformaciones, aunque incrédula de sus posibilidades. De ambas cosas derivan todas las sensaciones, todos los sentimientos con sus diferentes latitudes. No nos resultan ajenos el placer y el dolor, de los cuales dependen nuestro estado de animo y nuestra vitalidad.
En la consciencia descubrimos el infierno y el paraíso, y el tiempo es el factor que todo lo hace posible.
Pero todavía no controlamos por entero el dolor que producen en nosotros las trasformaciones de la materia, ni el placer al que conduce la experimentación de la consciencia. Ambos sentimientos marcan en nosotros idéntica huella y nos acompañan hasta el momento último, cuando dejamos de ser lo que somos.
Nada es más vital que la sensación de tener el control de la consciencia y actuar con voluntad propia, lo cual se añora cuando somos conscientes de que la vida se aleja de nosotros y de nada sirve la voluntad, pues sólo va quedando el dolor; aquel que produce el desprendimiento de todo lo que se ha amado, todo por lo que se ha luchado, todo lo conseguido.
Es el dolor el que nos recuerda que hemos sido lo que deseamos - por un tiempo al menos -, que hemos conocido el paraíso y el infierno de nuestra voluntad. Que también la consciencia muta de estado.
En la consciencia descubrimos el infierno y el paraíso, y el tiempo es el factor que todo lo hace posible.
Pero todavía no controlamos por entero el dolor que producen en nosotros las trasformaciones de la materia, ni el placer al que conduce la experimentación de la consciencia. Ambos sentimientos marcan en nosotros idéntica huella y nos acompañan hasta el momento último, cuando dejamos de ser lo que somos.
Nada es más vital que la sensación de tener el control de la consciencia y actuar con voluntad propia, lo cual se añora cuando somos conscientes de que la vida se aleja de nosotros y de nada sirve la voluntad, pues sólo va quedando el dolor; aquel que produce el desprendimiento de todo lo que se ha amado, todo por lo que se ha luchado, todo lo conseguido.
Es el dolor el que nos recuerda que hemos sido lo que deseamos - por un tiempo al menos -, que hemos conocido el paraíso y el infierno de nuestra voluntad. Que también la consciencia muta de estado.
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