Y el sentir se reveló:
- Toda la inteligencia del individuo parte de los instintos básicos de supervivencia de su especie, necesarios para prever el resultado de las circunstancias y ponerse a salvo de las consecuencias de la casualidad no calculada.
El humano se ha revelado como el ser instintivo por antonomasia, superando a otros mejor preparados para su adaptación al medio que les rodea. De una mayor debilidad e indefensión al nacer brotó su instinto de protección, superior a cualquier otro; y de la estrecha complicidad de la convivencia necesaria, su carácter social.
Mas, lo que ha convertido al ser humano en un ser de inteligencia superior al resto, ha sido su capacidad para transformar instintos en sentimientos sutiles con los que experimentar nuevas posibilidades, sin estar sujeto a la tiranía de las normas básicas naturales e ir más allá de ellas.
Los sentimientos, por tanto, son extensiones, prolongaciones de instintos primarios que se diversifican para dar respuestas concretas en la complejidad de las situaciones que el ser humano afronta con el propósito de conseguir espacios donde desarrollarse, pues es un ser mutante y nómada. Los sentimientos son instintos domesticados.
Muchos humanos, confundidos por su incapacidad para definir sentimientos y manejarlos beneficiosamente, no dominan sus instintos, lo cual confiere a su género el rasgo más salvaje de la creación, pues para sobrevivir son capaces de extinguir lo que les nutre y soporta.
Saber distinguir entre la diversidad de sentimientos surgidos de los instintos naturales ha hecho del humano un ser inteligente, en constante evolución positiva con lo que le rodea. La ciega respuesta afirmativa a los impulsos de sus instintos lo ha llevado, las más de las veces, a una verdadera hecatombe de auto-destrucción.
Sólo el conocimiento y distinción de los sentimientos conduce al control positivo de los instintos, en principio necesarios siempre, pues son el punto de partida de la inteligencia.
El humano se ha revelado como el ser instintivo por antonomasia, superando a otros mejor preparados para su adaptación al medio que les rodea. De una mayor debilidad e indefensión al nacer brotó su instinto de protección, superior a cualquier otro; y de la estrecha complicidad de la convivencia necesaria, su carácter social.
Mas, lo que ha convertido al ser humano en un ser de inteligencia superior al resto, ha sido su capacidad para transformar instintos en sentimientos sutiles con los que experimentar nuevas posibilidades, sin estar sujeto a la tiranía de las normas básicas naturales e ir más allá de ellas.
Los sentimientos, por tanto, son extensiones, prolongaciones de instintos primarios que se diversifican para dar respuestas concretas en la complejidad de las situaciones que el ser humano afronta con el propósito de conseguir espacios donde desarrollarse, pues es un ser mutante y nómada. Los sentimientos son instintos domesticados.
Muchos humanos, confundidos por su incapacidad para definir sentimientos y manejarlos beneficiosamente, no dominan sus instintos, lo cual confiere a su género el rasgo más salvaje de la creación, pues para sobrevivir son capaces de extinguir lo que les nutre y soporta.
Saber distinguir entre la diversidad de sentimientos surgidos de los instintos naturales ha hecho del humano un ser inteligente, en constante evolución positiva con lo que le rodea. La ciega respuesta afirmativa a los impulsos de sus instintos lo ha llevado, las más de las veces, a una verdadera hecatombe de auto-destrucción.
Sólo el conocimiento y distinción de los sentimientos conduce al control positivo de los instintos, en principio necesarios siempre, pues son el punto de partida de la inteligencia.
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