El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

miércoles, 18 de febrero de 2009

TRES SABIOS PARA UNA LECCIÓN.

































Tres sabios debatieron durante largo tiempo sobre la mejor forma de vida. 
El primero era un viajero apasionado, conocedor del mundo palmo a palmo. Otro, un estudioso erudito, alejado siempre del mundo exterior en su exilio elegido. Y el tercero, un maestro en las pasiones humanas, volcado en vivir intensamente todos los placeres disponibles hasta la extenuación.

Hablaron intensamente, con pasión, como nunca lo habían hecho antes, intentando convencer a los otros de las razones de su saber. Pero eran demasiadas las cosas que los separaban. Coincidían en el mismo punto pero no partían de él, y era inevitable que se cruzaran. Intentaron buscar un término medio, pero aquello les alejaba aún mas de sus posiciones, lo que no era compatible con sus modos de vida; y no pudieron ponerse de acuerdo. Decidieron entonces separarse y vivir cada cuál según su convencimiento. Y así lo hicieron a lo largo de sus días, guiados por la experiencia de lo vivido y la confianza del saber, más con la duda también de los otros, a quienes no convencieron de su método.


















Al final de su tiempo, cuando les llegó la muerte, ésa que está ahí siempre esperando y que se presenta sin avisar, los tres comprendieron que de sus cuerpos muertos quizás brotara vida nueva, y que ésta fuese tan importante y necesaria como habían sido las suyas.


El viajero decidió morir en el último lugar donde sus pies le dejaran, donando su cuerpo al mundo para que de él nutriera su vida. Su viaje final le llevó a la sabana africana, donde sirvió de pasto a los leones.

El estudioso erudito quiso que su cuerpo fuera enterrado en la abadía donde había vivido retirado; bajo el saúco del jardín que se abría tras la ventana de la celda en que había convertido su habitación.

Y el vividor optó por ser quemado en una ceremonia fastuosa, como había sido su vida, y que el fuego purificador transformara su materia en esencias que el humo llevaría al aire para que pudieran respirarlas quienes le amaron.


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