Preguntaron las palabras al sentir por los vicios y por la virtud. Y el sentir reveló:
- No hay hombre sin vicio, ni hombre que lo sea si no domina el propio. La virtud radica en la contención y el control de los impulsos.
Los impulsos son perpetuados por las costumbres, que nos guían en el tiempo y que por el tiempo se deforman, convirtiéndose en vicios; respuestas a nuestros impulsos deformados por las costumbres. Estas nacen de la repetición y a ella se deben; mientras, los impulsos quedan supeditados- pues son espontáneos - siendo los vicios los que ocupan su lugar.
La contención de los impulsos evita caer en las costumbres dosificando la repetición a merced propia, de forma reflexiva en cada situación; sin envejecer al lado de la costumbre que al final por fuerza se degenera.
Poder contener los impulsos nos ha distinguido de cualquier especie animal, dominadas siempre por la fuerza de los instintos.
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