- Surgieron en mi boca las palabras y desde entonces tengo miedo a morir; me niego a desaparecer.
Se van los míos sin apenas poderme despedir, y con ellos todo aquello que moldeó mi ser. Su pérdida me deja vacío y consternado, confundido; me recuerda que también yo moriré y la angustia ahoga mi garganta y deja mi alma desolada.
- La muerte sólo es un trance, el resto es vida que cambia su forma, su estructura - se reveló seguro el sentir -. Estaba vivo antes de nacer al mundo para adaptarme a su metamorfosis y sólo la inconsciencia evitó que recordara que llegué entre sufrimiento ajeno y propio, pues necesité llorar para poder respirar, el mundo me asfixiaba.
Tomé aire en mis pulmones y noté el alivio de la vida, que de nuevo surgía adoptando otra forma; me enamoré para siempre de ella pues se había materializado en mí.
Y tardé en darme cuenta que desaparecería en el tiempo de este mundo, en esta forma; y que la muerte sería el telón que cerraría mi consciencia, cuando la vida que reconocemos se retirara de mis pulmones secando mi garganta para sentir la asfixia de nuevo; la misma que me trajo aquí y que tampoco recordaré, como no recordamos todos nuestros sueños en la noche, mientras dormimos.
No estamos preparados para nacer al mundo - de otros depende ese momento -, como no lo estamos para morir. Quien viene al parto de nalga y se resiste a salir no está predispuesto a esta vida; tal vez demasiado apegado a la madre, tendremos que obligarlo a salir.
Estaremos predispuestos a desprendernos de nuestra forma vital para superar mejor el trance que significa morir, resistirnos es prolongar nuestra agonía, que aún siendo de este mundo, nos negamos a desterrar.
Si hasta la materia cambia de estado, y somos materia, ¿cómo no cambiará todo en nosotros?
Debemos asumir la muerte como un paréntesis que se abre y se cierra definiendo los cambios de estado por los que muta la vida.
Estaremos predispuestos a desprendernos de nuestra forma vital para superar mejor el trance que significa morir, resistirnos es prolongar nuestra agonía, que aún siendo de este mundo, nos negamos a desterrar.
Si hasta la materia cambia de estado, y somos materia, ¿cómo no cambiará todo en nosotros?
Debemos asumir la muerte como un paréntesis que se abre y se cierra definiendo los cambios de estado por los que muta la vida.
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