Desterraremos la nostalgia en la que nos vemos hundidos añorando el tiempo que ya pasó, cuando nos creímos más felices y seguros.
Reconoceremos que el mundo cambia demasiado lento para el discurrir de nuestras cortas vidas, y que tenemos la necesidad imperiosa de transformarlo para adaptarnos a él.
Admitiremos que es como es, también por nosotros; y que sin nosotros aún sería más inhóspito, más terrible.
La obra del hombre no va contra el mundo, perdura dibujando su rostro para siempre, haciendo que se reinvente a cada momento para no tener final.
Un mundo lleno de vida inteligente donde el hombre es la avanzada de su evolución imparable, destinado a trasmitir vida a otros mundos para sobrevivir.
Dejaremos atrás el pasado para continuar construyendo nuestro futuro, pues no es cierto que todo esté inventado. El hombre no hace tanto que echó a andar y está apunto de elevar sus pies sobre el polvo en el que encontró la vida, expandiéndola más allá de sus orígenes para trasmitirla a otros espacios.
No temeremos más el tiempo que vendrá, ni la forma que adoptará el mundo que conozcamos, pues asumiremos por fin, sin prejuicios falsos, nuestra fuerza creadora; en la que como siempre conservaremos lo mejor de nosotros mismos para identificarnos.
Quienes ya se fueron, lo hicieron después de haber conocido un mundo radicalmente distinto a aquel que los vio nacer, inimaginable en su momento; un mundo al que también temieron y que nunca dejó de sorprenderlos y de fascinarlos.
Pongamos en marcha ya nuestros sueños; hemos vivido haciendo realidad los sueños de quienes nos precedieron. El futuro será lo que seamos capaces de soñar ahora, y el mundo nos exige soñar para cambiarlo de nuevo, aunque no seamos nosotros quienes disfrutemos despertando a él.
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