El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

LA CESTA DE NAVIDAD.








- Casi no había terminado de abrir el portillo de la vieja puerta de madera, cuando se encendió la luz en la escalera. Al ver asomar su cabecita, llena de rulos dorados, salvajes y alborotados, pensó que ella era el mejor de los regalos. No había día, que tras el turno de tarde, no le esperara impaciente en el descansillo de la escalera para que la cogiera en sus brazos y le estampara la cara con un montón de besos. Era su pequeña. 

Su hermano mayor daba la alarma desde la ventana y ella corría a la escalera para recibirlo siempre con una sonrisa jalonada de alegría por los hoyitos de sus carrillos generosos, sonrosados. Lo agarraba por los pelos mientras él la estrechaba con fuerza entre los brazos, y después de darle unos besos, ella empujaba contra su pecho para que la soltara y así escapar de su barba reciente y dura. 

Saltó y chilló al verlo entrar cargado con el macuto del trabajo y una gran caja de cartón decorada con motivos navideños.


- ¡Mamá, mamá, papa ya está aquí; y trae una caja grandota! -decía -. ¡Es la cesta, la cesta!



Cerró la puerta y saludó a Pluto, que ladraba con fuerza desde el hueco de la escalera, tras la puerta del patio. Después subió lo más dispuesto y entregado que pudo para repetir el ritual, que aquel año era especial, pues era el primero que en una empresa para la que trabajaba le daban por navidad una cesta llena de dulces y bebidas.



- ¡Mamá, mamá, mira que caja le han dado a papá! - repetía el hijo mayor, que tiraba de ella con fuerza para subirla del descansillo a la vivienda que ocupaban en la primera planta de la casa. - ¡Pesa mucho mama! 


La esposa detectó enseguida en la cara de él que todo había salido mal otra vez. Después de darse un beso de bienvenida, él dejó a la pequeña en el suelo para que saliera corriendo tras su hermano, que arrastraba la caja de cartón hasta el salón para enseñársela a los abuelos en medio de una explosión de chillidos, risas y gritos. 

El matrimonio entró en la cocina, primera estancia que se abría en la vivienda desde el pasillo, donde una pequeña estufa de carbón en la que cocinaban expandía su calor al resto de la vivienda. Era el principal punto de calefacción de toda la casa. El salón, por ser la estancia más grande y donde pasaban la mayor parte del tiempo, lo calentaban con dos estufas de gas. 

Él la miró sin decir nada.

-Te han despedido, ¿a que sí? - Pero él calló; dejó escapar una mueca de dolor bajo los ojos apunto de desbordarse por las lágrimas contenidas. Cuando consiguió tragar la saliva que se había hecho un nudo en su garganta, dijo:

- Otra vez.

- Bueno, no te preocupes - respondió ella - habrá más trabajos.



Él se fue hasta la estufa y apoyó sus codos sobre la encimera de azulejos saltados por las calorías y dejó correr las lágrimas mientras su pecho se convulsionaba por el hipo del llanto desgarrado.



-Tú no tienes la culpa - le aseguró ella -. Son unos cabrones, se aprovechan de cómo está el trabajo.


- Sí, pero de todas las formas, siempre me toca a mí. - Dijo él.



- No te preocupes demasiado, todo cambiará.


-Ya, pero entre tanto y no, mira lo que te he dado; sólo trabajo y más trabajo.



- Tenemos para comer, ¿te parece poco?



-No se mujer, es humillante. Si no es por un compañero... Ni siquiera el encargado me ha dicho que cogiera la cesta.


-¡ A ver !- dijo ella -. Si la dejas allí, alguno se la llevaría después.

- ¿Por qué siempre me pasa esto?

- Bueno, no siempre - le replicó -. Recuerda que en la última, fuiste tú quien no quiso renovar. Ya, ya lo se, no te enojes. Eres un hombre de palabra y no cumplieron el trato.

- Lo sabes, dijo él. Sabes que el chaval estuvo conmigo, sentado a mi lado en la entrevista de trabajo; y que quedó claro que aceptaba las condiciones como periodo de prueba para demostrar mi valía, pero que en la renovación ellos debían corresponder en la misma medida para re-negociar otras condiciones. Perdí mi puesto, no por falta de valía, profesionalidad y esfuerzo, sino porque temían que contagiara a la plantilla. En aquellos seis meses conseguí que pagaran a toda la plantilla el complemento salarial anual, algo que nunca se había hecho. Y sabes que no he tenido que ver con sindicatos, que siempre he ido por libre. ¿Cuantos hombres de honor hay? Dime. Recogí mi funda de trabajo delante de veinte compañeros que frente a sus jefes no fueron capaces de levantar la vista del suelo para darme una despedida afectuosa. Hoy el director gerente de la fundición me hablaba de falta de pedidos, de perdida de mercados y de necesidad de despedir, pero cuando me contrató buscaba de mí la más alta productividad.

- ¿Y no se la has dado? - Le pregunto ella de una manera que no ponía en duda su confianza en que así fuera.

- No lo se ya; creo que no se trata de si se la he dado o no, valoran tanto el rendimiento como la sumisión, y en mí no ha existido nunca tal virtud, siempre he pretendido ser el protagonista de mi destino; lo sabes. 

- Entonces - dijo ella - no debes sentirte mal porque no te salgan bien las cosas, un día lo conseguirás. Cada uno debe cargar con su forma de ser y luchar por ello. No te preocupes, saldremos adelante; pronto tendrás un nuevo trabajo.

- Cariño, eres maravillosa. Estaría hundido de no ser por ti, que nunca te quejas de mí, que siempre compartes todo conmigo, hasta mis peores ratos y mis mayores decepciones. Sí, saldremos adelante, ¿cómo no?

La estrechó entre sus brazos mientras por sus mejillas corrían lágrimas de amargura. Eran un matrimonio jovencísimo con dos niños pequeños y una pareja de abuelos a los que asistían en una vieja y desvencijada casa de alquiler que compartían. 

- Papá, mamá, venir - decía el hermano -, mirar cuantas cosas trae la cesta.

- ¿Recuerdas que el primer año de casados te toco la cesta de navidad en casa de un amigo que tenías entonces por Benavente, y que fuiste hasta allí para recogerla? - Le dijo su esposa.

-Sí - dijo él -, fue un feliz augurio; tal vez el del amor que nos une todavía. ¡Y que buena salió la paletilla de jamón serrano que contenía! Sí, mi amigo Jeremías... 

- ¿Vamos al salón a ver la cesta y a disfrutar la alegría de los chicos? Venga, están esperándonos -. Le susurró ella al oído.

- Sí - le contestó él suavemente, después de espetarle un beso sordo en su cuello, bajo la oreja -. Y abriremos una botella de ese vino bueno que decían que nos darían. 




miércoles, 24 de diciembre de 2014

LA LLAMADA.




La inconsciente felicidad de su amor adolescente ablandó su alma, educada para dirigir el mundo que coexistía por debajo de sus pies y más allá, dónde su visión no alcanzaba. Se preguntó si, como futuro rey, podría acabar con las necesidades que producían la infelicidad de sus súbditos, que pululaban cual enjambre frenético en torno a sus designios. Y después de mirar a su padre, a quien todos reconocían como un soberano justo y ejemplar, se dijo que él tampoco sería capaz de evitar las desigualdades que traían injusticias y aumentaban los padecimientos de las gentes, y pensó que ganarse el corazón de la mayoría para sentirse honrado, no sacaría de las penurias al resto. Y sintió piedad por todo lo que le rodeaba.

Meditó sobre su destino, aquel para el que fue educado desde la niñez, y no se creyó preparado: no era lo mismo dirigir la vida de los hombres, que entrar en sus almas para aliviar sus insatisfacciones, superar sus miedos y transformarlos en seres felices. Para ello debería ser uno de ellos, sentir como ellos, vivir como ellos, dejar de ser príncipe para ser mendigo y saber de las limitaciones de la pobreza, el hambre y la enfermedad, que doblegan al ser humano igual que al resto de las especies. Y a esto lo llamó comprensión.

Durante tres días logró alimentarse con el hueso de un dátil, sentado bajo la sombra de una higuera estéril donde llegó conducido por la suerte caprichosa, regulando la respiración con el ritmo lento de sus dientes royendo la cuña. Había querido dejarse llevar por la vida para sentirla en plenitud y saber de la resistencia de su cuerpo y la preparación de su mente, hasta llegar a aquel momento de contemplación de su alma en gravitación exterior con el resto de las cosas, de los seres. Y a esto lo llamó clarividencia.


Decidió entonces cumplir su destino, aquel para lo que un día fue llamado y que desoyó por sentir incompleto: dirigir, conducir a las gentes hacia la superación. Regresaría para enseñar a los hombres a descubrirse a sí mismos y encontrar la plenitud en la naturaleza de las cosas sin decantarse por ninguna, sin necesidad de posesión, sin necesidad de ambición, sin necesidad de felicidades incompletas, sin necesidad de tener que conformarse. A esto lo llamó iluminación.







martes, 16 de diciembre de 2014

CAMBIAR LA MENTALIDAD.





Un nuevo cambio de mentalidad en la sociedad se hace imprescindible para afrontar los desafíos que nuestro modo evolutivo requiere. Los descubrimientos científicos nos acercan soluciones, pero la sociedad no es un laboratorio experimental donde se puedan crear las condiciones optimas bajo constantes programadas y sostenidas desde el exterior; todo cambio motivado tiene que ser acometido desde el interior y eso requiere un periodo largo de incubación en las mentes, que ha de producirse de una forma individual y voluntaria; cualquier resistencia supone un receso en el tiempo de evolución.

Aún se utiliza la enseñanza, la educación, con parámetros socializadores, sin tener en cuenta al individuo, que debería ser formado antes como ser único e irrepetible, pues necesita conocer sus valores y limitaciones para desarrollarse en la aceptación de sí mismo y en su resolución de adaptarse a las circunstancias para evolucionar. Sólo una sociedad de individuos conscientes, seguros de su aportación positiva y felices por su contribución, es una sociedad sana, que camina hacia adelante con marcha adecuada y es capaz de imprimir los cambios necesarios que las herramientas de su tecnología posibilitan.

El desarrollo humanista del individuo - que no individualista, egocéntrico, y como tal consumista compulsivo de artificios con los que llenar su espíritu vaciado de contenidos propios - creará la nueva civilización necesaria  para que la especie humana sobreviva a sí misma. Y no existe duda de que lo hará, sólo la resistencia de la vieja mentalidad, que se aferra a lo palpable, lo material, aquello con lo que se ha rodeado para darse sentido y de lo que se siente sierva, ralentiza su puesta en marcha.


Educar en, y para el humanismo, es enseñar a descubrir al individuo en su integridad primero, para que pueda reconocer los valores propios, exclusivos y necesarios en el entorno que comparte con otras individualidades. Nos confundimos socializando la educación, preparando a los individuos para las cualidades requeridas por la sociedad de cada momento, sin tener en cuenta su carácter individual y diferente; sin contemplar el grado de felicidad conque se entregan al cometido social requerido. Estamos formando profesionales despersonalizados que no saben resolver las dificultades en su ámbito personal, las cuales trasladan a su entorno social creando dificultades mayores, que requieren de otros profesionales que tampoco saben resolver las propias.

El individuo es el germen social, portador de vida, y debe conocerse a sí mismo primero antes de participar plenamente en libertad en el juego social. Hoy en día, la educación de los individuos todavía es herramienta para la esclavitud del pensamiento, pues, obviando la naturaleza pura de cada ser, predetermina a los mismos a destinos diferentes de los que, por su naturaleza, estarían mejor capacitados. Todo ello lleva a un grado de infelicidad social exacerbado cuando se incumplen los objetivos para los que fueron formados, y el concepto de modelo social se resquebraja. Si los individuos no se conocen suficientemente como para saber de sus capacidades únicas e intransferibles, serán siempre reos de las necesidades de otras individualidades y la sociedad nunca tendrá un rostro definido, sino que seguirá evolucionando de forma descontrolada y amorfa.






sábado, 6 de diciembre de 2014

PARA HACER LIBRE AL CORAZÓN.





Has aceptado que no volverás sobre tus pasos para llegar al punto de partida, al instante anterior de tomar el camino que crees equivocado, pues sabes que nada en la vida tiene marcha atrás, que todo queda zanjado desde su comienzo. Que lo que confundió tu orientación para llevarte donde no pretendías ir era sólo un espejismo, una ilusión de tu espíritu joven e inexperto que necesitaba definirse, hacerse un sitio en el tiempo.

Ya no sientes miedo del porvenir que desconoces, has comprendido que cura las heridas y se lleva todo lo caduco; que lo imprescindible es sobrevivir al instante presente para llegar a otro distinto, y que para conseguirlo no son necesarias más pretensiones, que nos encadenan con fuerza al pasado que necesitamos dejar atrás.


Respirarás fuerte otra vez para tomar aliento, para recuperar las fuerzas necesarias que harán que te levantes aprovechando la corriente favorable que vendrá, indudablemente, pues así lo requiere cada tiempo nuevo para repetir la vida y perpetuarla.


Y darás lo mejor de ti a los demás para conquistar sus corazones, aunque el alma te duela por lo que perdiste en otros intentos, pues éste lo has elegido tú desde la consciencia y la clarividencia de tu experiencia, que ya nunca te abandonará, que será tu aliada para siempre .


Sientes la libertad que da alas a tu espíritu, aprisionado hasta ahora en los condicionantes que impusiste a tu existir. Comprendes que nada ni nadie puede atar al destino nuevo que has elegido porque es más fuerte tu decisión, y en ella emplearás toda la energía para vivir por vez primera el ser que deseaste, que con extremo cuidado fuiste modelando en silencio para guardarlo después como un tesoro, escondido en lo más íntimo de tus entrañas para que nadie pudiera destruir su pureza, su inocencia, aquella en la que necesitaste creer para no perecer en cada intento por sobrevivir.










sábado, 29 de noviembre de 2014

SIN VANIDAD EN LA MIRADA.





No hallé vanidad en tu mirada discreta, sino amargura; aquella que nace en la impotencia de la realización, de saberse valioso y a la vez condenado en la espera mortecina del porvenir incierto; viendo a otros pasar cuando se sigue encadenado al tiempo indefinido y se sufre su perdida, que secuestra mientras tanto el anhelo de sentir, de expansión del ser.

Quizás por un momento dudaste de tu sabiduría, de lo que con tiempo y esfuerzo aprendiste para forjar tu yo, y creíste que como tú existen cientos, miles, centenares de miles, y que nunca brillarás con luz propia; mas, aprecio que intuyes que te confundes, que como los demás eres único, irrepetible e indispensable; que la vida sin tu impronta no estará completa y que te reclamará para ello en el momento adecuado.

Se firme en tus convencimientos mientras dura la espera necesaria y mantén la serenidad para apreciar el valor de las pequeñas cosas que sientes ocurrir, pues son el marco que rodea tu existir y se convierten en maravillas, en perlas en el retrato de tu vida cuando logras reconocerlas.

¿Cómo pensaste que todo está hecho, que no existe otra realización esperando su instante para nacer de tu voluntad, de tu forma de hacer? Sabes que todo está por realizar de nuevo para permanecer igual, eternamente, y en ti la fuerza para hacerlo posible. No desfallezcas por el momento que atraviesas, no te dejes llevar por la ansiedad y el desánimo, y prepárate, el destino que te has marcado te tocará por detrás con su dedo para decirte: ahora.




  
  

lunes, 3 de noviembre de 2014

ESENCIA DE RECUERDOS.







- Vuelvo para reencontrarme con el pasado oculto tras el impenetrable telón del tiempo, pintado con pinceladas de recuerdos que se superponen para conseguir su textura y componer su color único e irrepetible. El mismo telón que parece cerrar sesión, pero que esconde tras él una obra nueva, otra realización por experimentar para ser representada en el teatro de la vida.

Y respiro de nuevo el aire diáfano, puro, en la inmensidad de los campos preñados de luz bajo el cielo imponente, regio como las piedras milenarias que me ven y reconocen, pues antes me contemplaron al pasar también caminando a su lado.

Recorro otra vez las calles de tapiales de barro centenarios y caducos, que se resisten a sucumbir ante las piedras antiguas y señoriales que se muestran perennes al tiempo. Calles desoladas, esperando pacientes el agua del cielo otoñal para matar el polvo que dejó el verano, que perfumará el aire con las primeras gotas que se precipiten al suelo.
















Todo ha cambiado, mas todo permanece.
Somos viajeros de la vida, que se refleja en los seres para tomar forma. Pero nuestras obras desafían al tiempo y dejan huella en él, señal de identidad y referencia para las siguientes generaciones, que seguirán su estela ensanchando el camino del ser humano hacia la eternidad.

He reconocido el eco del chapoteo de mis pasos de antaño por las mismas calles solitarias, bajo la lluvia fuerte de los nubarrones grises del otoño fecundo; refugiándome en los portales esperando que pasara el chaparrón; llamando a las puertas, que se abrían siempre cordiales a mi ofrecimiento.  














Debí preguntar primero para sentirme seguro de los rostros, que se mantenían jóvenes en mi memoria porque la distancia había impedido que conociera la metamorfosis que en ellos había producido el tiempo pasado. Me sentí reconfortado, pues comprobé que el instinto de lo vivido conservaba aún la esencia de los recuerdos y que mi percepción había sido acertada.  

Volví, sí; para reconocer lo que apenas tuve tiempo de apreciar, aquello que duró en mis manos el instante fugaz de la brisa en el bochorno estival.
Y centré la mirada en el recuerdo que resucitaba de nuevo ante mis ojos, los cuales cerré para evitar otra luz que no fuera la de su imagen y así grabarlo de nuevo en la memoria. Para no olvidar que otro día habría de volver; como precio, como tributo a su generosidad. 










jueves, 23 de octubre de 2014

AMOR EN LA RED.









Ella no recordaba como le había encontrado. Quizá fue una foto, o el título del "post" relacionado lo que llamó su atención. Él le mandó después una invitación de amistad tras decenas de "likes", de "me gusta" en sus publicaciones en la red social que compartían. Mas, para conseguir al fin su amistad, habría de enviarle un mensaje privado preguntando cuál era su miedo, si acaso en algo le infundía desconfianza, o si no era lo suficientemente buena para ella su amistad como para responder positivamente a su invitación. Ella contestó que sí, que no tenía de qué desconfiar y que deseaba que la promesa de amistad que él le había confesado creciera fuerte en el tiempo. Así comenzó una relación que ambos jamás habrían podido imaginar. 

Él componía artículos de carácter existencial y filosófico que publicaba en la red. Se había hecho escritor a fuerza de estar ahí en todo momento, compartiendo cada uno de sus sentimientos hechos textos. La falta de empleo remunerado sólo posibilitaba un mayor tiempo de ocio, el cual había pretendido llenar de algún modo positivo con su afición favorita. Y aunque aquella nueva actividad no le reportaba beneficio económico alguno, le había salvado quizás de la locura, pues era un hombre dado al pensamiento, una cualidad que antes le había conducido a la melancolía y la depresión. Entretenía de aquel modo el avispero en que se había convertido su espíritu desde que cayera en paro laboral por última vez. Tenía dos hijos jóvenes que aún dependían de él y una esposa amantísima y fiel que le quería de verdad, pero su horizonte se había oscurecido de repente adentrándose en la noche más larga para dejarle como un ciego, sin un rayo de luz que condujese sus pasos y sin una mano segura de la que sujetarse para caminar.
Obtuvo su salvación transformando sentimientos en palabras, descifrando ideas intangibles de su mente que le impedían identificarse con sus creencias para ser lo que pretendía, y buscando con sus composiciones la respuesta en los demás, consiguió descubrirse a sí mismo y saber de sus iniciativas para poner en marcha la salida del pozo oscuro donde se encontraba.

Fue entonces cuando ella le conoció de nuevo. Eran muchos los años de separación, pero una relación como la que mantuvieron juntos era difícil de olvidar; difícil por dolorosa y quizá equivocada.
Cuando la amaba, ella encontró en él algo más que un reducto de ternura en su soledad, necesitada no sólo de amor. Era una mujer que buscaba poner orden y rumbo a una vida que no acababa de despegar, lastrada por la separación de sus padres y la última derrota amorosa.
Sin embargo, era un joven alocado al que le venía demasiado grande el ritmo de vida que le propiciaba su profesión, que se encontraba en el momento más crítico de una ruptura societaria provocada por la última crisis en el sector, y de la que saldría seriamente perjudicado.
Sería para él la primera relación adulta, con la que casi perdería la cabeza de no haber sido por un golpe inesperado del destino. Quería entonces a alguien a su lado para no sentirse solo en la batalla necesaria que se mostraba perdida de antemano, alguien que le ayudara a mitigar su dolor; y creyó en ella porque siempre la había amado, desde la primera vez que compartieron juntos un momento de intimidad.
Pero ella entonces no le amaba. Aparte de buen amigo nunca le había considerado un hombre a la altura de sus expectativas, demasiado joven e inexperto para sus deseos. Se sentía sola y abandonada y atravesaba una situación económica complicada por la separación de sus padres, por eso pensó que si su relación no servía para sacarla del aprieto, al menos podría motivar que quien la había dejado en la estacada volviera a fijarse en ella.

Ahora, esperaba impaciente que aparecieran las notificaciones de publicación de él para leerlas, para devorarlas, pues se sentía totalmente identificada. Abría su muro, siempre con la intención de encontrarlo, de poder enlazar y chatearse.
Utilizaba un perfil simulado, ficticio en la red, evitando fotografías y con un nombre artístico; sabía que aún no la había reconocido a pesar del tiempo que llevaban relacionándose, hablando desde el chat. 
Precisamente era eso lo que había provocado que esta vez se enamorase de él hasta un límite insospechado, algo que, como él en su momento, no había sido capaz de controlar y con lo que estaba apunto de romper de nuevo por no poder sostener más su infidelidad, su falta de sinceridad.
Para él era otra amiga en la red, aunque la reconocía como algo más dado el carácter de confianza que llegó a adquirir su relación. Hablaban de la ciudad que ambos se decían conocer bien, de otros tiempos que disfrutaron en ella; de sus aficiones y también de sus miedos, de lo que ahora más les importaba y por lo que luchaban y sufrían. Todo por lo que ella, cada día, hacía lo imposible para que él la correspondiese con un poco de su tiempo.
Él lo hacía con amabilidad, soportando con paciencia sus momentos más bajos, dejando que le contara las cosas; sus pequeñas cosas que decía la hacían sufrir y sentirse una mujer confundida y abandonada en el amor, un amor que sentía equivocado y vacío.
Estaba casada y no tenía hijos. Quizás algo que había ayudado a consumir demasiado pronto una relación sentimental con un hombre frío y narcisista, pendiente de su posición, de su imagen y sus deseos por encima de todo; que aunque desde el principio le aportó una seguridad de estabilidad económica, nunca llegó a ser lo suficientemente sensible y apasionado como ella esperaba, y a la vez demasiado débil fuera de la relación matrimonial en la que se mostraba conservador y autoritario, lo que había chocado de lleno desde el principio con el carácter "esnob" de ella, dado a seguir corrientes y tendencias . Un hombre que, para conseguirlo, debió emplear sus armas de mujer utilizando para ello a la persona a quien ahora amaba con todas sus fuerzas y que creía que nunca debió abandonar.

Le había pedido conocerla mejor, que le mandara alguna foto por el chat, incluso quedar para tomar algo por las calles de su vieja ciudad; eso sí, como buenos amigos nada más. Ella siempre le ponía alguna escusa para evitar que al final la reconociera, estaba convencida que de hacerlo él rompería de inmediato la relación. 
No, lo suyo de antaño no había salido bien y terminó de la peor de las maneras posibles. Ella le había abandonado. 
Pretendió no hacerle daño ocultándole primero la auténtica razón, pero le hizo sufrir en la incomprensión hasta confesar la verdad y romper definitivamente su corazón: no le quería - le dijo-. Quería a otro. Había sido su soledad y la necesidad de sentirse apoyada en un momento difícil de su vida lo que la condujo a dejarse llevar en su relación sentimental. Intentó en vano explicarle que no quería perderle como amigo, que para ella era alguien muy especial. Él lo tomó con resignación pero no aceptó como contrapartida su amistad, no podía estar a su lado a partir de aquel momento de otro modo distinto a como la había amado, sin la parte de cómplice intimidad entre los dos.
Ella no admitió aquella forma de cerrar una relación que a todas luces resultaba haber sido interesada, e insegura aún de su otro amor intentó recuperar su amistad, lo que la condujo a otra traición. Quedaron para ir juntos al teatro, pero le abandonó en medio de la función aduciendo un compromiso inesperado. Le dijo que se verían de nuevo, después de la función. La esperó hasta el ridículo en el bar donde decidieron reencontrarse. Pasadas casi dos horas tuvo que irse pues echaban el cierre. Se sentó en un banco en la plaza hasta que la vio aparecer por una esquina. La discusión saltó al primer encuentro y él la pego en la cara hasta que sació su ira. Un viandante que por allí pasaba le recriminó su acción, a lo que le contestó acalorado que se metiera en sus asuntos. Aquello logró que las cosas no pasaran a otro nivel. Dejó que se fuera. No sólo sabía que la había perdido para siempre, comprendía que acababa de perderse a sí mismo, de hundir su alma en el fondo más absoluto.
Por todo ello, cuando ahora él le había solicitado una vídeo-llamada a través del chat insistiendo en conocerla más, ella no contestó.
Pocos días después fue incapaz de encontrar su perfil en la red; había desaparecido como un fantasma y él no comprendía por qué.









sábado, 18 de octubre de 2014

CONFIDENCIAS DESDE LA RED: ELEGIR DESTINO.






Se que camino solo, y aunque le quite la tilde a la palabra, quiere decir en soledad, nada más: solamente uno.
No existen más contradicciones que las que uno mismo se quiera plantear cuando se corre una carrera en solitario. Una carrera necesaria por impuesta como vital, existencial, donde la victoria se encuentra en la perseverancia, tan fácil de debilitar con los desengaños de las esperanzas puestas en el silencio de quienes me contemplan.
Escribir, sin pretenderlo, se ha convertido para mí en necesidad imperiosa, imprescindible de supervivencia. He apostado por ello como si hubiese decidido ser otra cosa, panadero tal vez, aún sabiendo que hay más panaderos que escritores. Nadie come de ideas sino de pan, por eso no anima saber que por lo elegido, el trabajo impuesto, no soy recompensado.
Soy tan pobre que sólo tengo un pequeño horno al cubierto de las inclemencias, nada más, donde cuezo las ideas que me alimentan y que siempre comparto.
-"De perdidos panaderos"- decía mi padre -, escribir sigue siendo "pasar hambre"; hambre de ser, de valer a los demás, de tener sentido con el resto y ser respetado por eso mismo.
Pero el escritor debe elegir, como cualquier otro destino, ser o no ser; y yo he decidido ser. No importa lo grande o pequeño si consigo seguir siéndolo, la carrera aún no ha terminado.


-"Todo el mundo tiene un sino" - me insistió siempre mi padre -. Y  aunque tardé tiempo en reconocer la llamada del mío, se que creció dentro de mí y le habló al alma desde mi despertar de niño para hacerme soñar despierto. Ahora vivo en un sueño hecho realidad y creo cumplir un destino, que como todos, ya estaba escrito antes de nacer.







lunes, 13 de octubre de 2014

NUEVO. III








Nunca imaginó que un mundo así pudiera existir. Mas, ahora comprendía, porqué su vida había formado parte de un sueño sin sobresaltos, de una existencia
casi perfecta en la que resultaba fácil dejarse llevar. Observó la enorme brecha que se abría entre la obediencia y la voluntad cuando ésta era forzada; cómo la infelicidad y 
la angustia de la insatisfacción se apoderaban de la consciencia para dar forma a una existencia difícil de soportar.

Aquella gigantesca caverna artificial donde habitaba, excavada bajo las rocas del subsuelo luna, se abría en forma de panal de acero y albergaba una población mixta de humanos y androides confinados en celdas individuales en sus periodos de reposo y de sueño inducido; el resto del tiempo lo empleaban derrochando sus fuerzas en la extracción de minerales estratégicos, trabajo peligroso en el que los accidentes se producían muy a menudo debido a la inexperiencia de los humanos destinados a aquel cometido.


Primero llegaron los robots y los androides programados para su manejo y crearon las condiciones para un mundo habitable en la luna, después se produjo la primera migración humana masiva al satélite con objeto de su colonización, para la que fue fundamental la gran población carcelaria, que sería la primera expuesta a los problemas derivados de la adaptación al nuevo medio. Los ascensores espaciales construidos desde la tierra hicieron posible el transporte de todo tipo de componentes y mercancías de una forma rápida y efectiva. La Luna albergó en pocas décadas numerosas cúpulas habitables en toda su geografía, y una sociedad nueva floreció en su superficie al tiempo que se excavaba su interior y se creaba otra paralela, de la cual él había pasado a formar parte.

Casi la totalidad de la población reclusa lo era por motivos relacionados con su tiempo de ocio y el consumo de drogas no regulado, y habían desarrollado patologías psicológicas agresivas con el sistema. 

Imperaba la paz gracias a la erradicación del hambre, principal causa de las guerras en el planeta. Las nuevas técnicas de manipulación genética y biología molecular habían hecho posible la síntesis de proteínas en cantidad suficiente para atender las necesidades de la población, permitiendo el cambio del modelo productivo agrícola industrial - sostenido por la economía de mercados hasta su abolición, y responsable de las graves alteraciones de los precios de los cereales básicos, que producía hambrunas en distintas partes del planeta para satisfacer las necesidades de la economía especulativa de los mercados más ricos -, por otro más racional con el medio productivo y las necesidades básicas de la población local de cada territorio.



Una ley nueva, la "Ley de los Derechos y Obligaciones Fundamentales de los animales", logró reorientar la actividad ganadera para intervenir de forma controlada y racional en el equilibrio entre especies, el cuál se había visto afectado por las técnicas de explotación ganadera intensiva e indiscriminada que desfigurarían durante décadas las condiciones propias de los ecosistemas, debido al cambio en las prácticas agrícolas subsiguientes para su mantenimiento. El viejo planeta, azul desde el espacio exterior, resurgió verde en su superficie. Grandes reservas forestales fueron creadas durante décadas para restaurar en los ecosistemas los daños provocados por las técnicas agresivas de la explotación industrial empleadas en épocas anteriores. La tierra se había transformado en un paraíso, pero no para todos y para siempre, sino para aquellos que lo mereciesen por su esfuerzo social y el cumplimiento de las normas. La "cuna" del ser humano se convirtió entonces en un premio por objetivos. Habitar el mayor tiempo posible en la tierra y morir en ella era el mayor logro que podía conseguirse, aunque aquello significaba el principio de las limitaciones y privaciones individuales, que debían ser suplidas de una forma virtual para producir una catálisis que evitara los efectos colaterales de la pérdida de libertades. Pero debido al carácter de la naturaleza humana, del cuál no se habían logrado erradicar del todo sus instintos más primitivos, provocaba que las situaciones virtuales fueran interactivas con el mundo real, lo que derivaba en graves agresiones a las normas del sistema, que eran castigadas con severa dureza. Aquello había llegado a conseguir que exportar presos a la luna fuera de suma importancia para reducir los riesgos derivados del excesivo crecimiento de las poblaciones carcelarias en la tierra.

Su caso nada tenía que ver con todo aquello. El error partía de una relación humana real y física, íntima y casi secreta. No haberla comunicado al sistema para su estudio y regulación, solicitando así consentimiento, era el germen de la deriva final que tomarían las cosas en adelante para conducirlo al desastre. Sin embargo, había sido el carácter arriesgado y peligroso de aquella relación sin autorizar lo que le arrastró a ella con fuerza. La sensación del amor en su relación secreta sabía de otro modo, hacía sentir a su espíritu verdaderamente libre y realizado en los momentos de máxima complicidad. Ninguna fantasía virtual, ninguna de las drogas que había utilizado en su tiempo de ocio fueron capaces de crear una realidad como la que los dos cultivaron con intimidad en sus mentes, hermanas desde entonces para siempre, y que nada ni nadie conseguiría borrar durante el tiempo que durasen sus vidas. 


El hecho de haber condenado al amor a ser un sentimiento más, otro instinto primario de los humanos, y tratar de limitarlo regulando su actividad, provocó más potente su atractivo hasta convertirlo en la adicción más peligrosa para las mentes no preparadas, educadas en el sistema. Una relación humana como la suya suponía una transgresión clara de las normas y una traición al sistema, y aunque no eran excesivos los casos que se producían, eran castigados con dureza para reprimir el gran "efecto llamada" que suponían, que como los de suicidio, podían convertirse en serios focos infecciosos de fácil propagación, como ya había ocurrido. Además el suyo había llegado demasiado lejos, podría pensarse que de no haber surgido entre ambos una vida distinta y nueva, la suya hubiese sido una relación longeva; pero la aparición de aquel nuevo ser dentro del vientre de su amada, algo inesperado, algún error, hizo visible lo que durante tanto tiempo habían sido capaces de ocultar.


Admitía cuánto tiempo había vivido de espaldas a sus sentimientos dejándose llevar por una existencia cómoda, segura y programada; y cómo ahora eran los sentimientos los que le mantenían vivo, el alimento imprescindible para sobrevivir a aquel mundo claustrofóbico y sin salida aparente.
Los recuerdos no borrados de su mente se mostraban como un hilo conductor de sus pensamientos, en los que se sumergía para aislarse de la percepción exterior. Procuraba concentrarse en ellos en los periodos de descanso, no cuando el trabajo, expuesto al riesgo y agotador, precisaba de su máxima atención.


Se había acostumbrado a pensar, algo que nunca creyó que necesitaría un día para sentirse vivo, y comenzaba a calcular las posibilidades reales de escapar. Todavía no conocía a nadie dentro que estuviese allí  por algo parecido a lo que él había hecho. Eran muy pocas, y excesivamente limitadas, las ocasiones que la población reclusa podía convivir junta, y él llevaba allí poco tiempo, demasiado poco para intimar con otro lo suficiente y confiarle algunas de las preguntas que necesitaba contestarse.







martes, 30 de septiembre de 2014

NUEVO. II





A pesar de haber llegado a tocar con sus tentáculos los confines de la galaxia, el ser humano no había encontrado aún vida inteligente comparable con la suya, lo que le convertía en el sumo hacedor, consciente y empeñado en la construcción de su destino. Un nuevo renacimiento del hombre, del ser consciente de su transcendencia, se produjo. Mas, la sociedad globalizada, esquemáticamente organizada por vez primera, tomó en sus manos el rumbo de la especie para supeditar las individualidades a un proyecto común de supervivencia y expansión de su civilización. 

Las nuevas leyes basadas en el desarrollo tecnológico, supeditadas al concepto de sostenibilidad ecológica y crecimiento demográfico controlado, hicieron posible la supervivencia del planeta y la colonización de otros espacios, pero relegaron al ser individual, estrictamente sujeto a normas de comportamiento colectivo, donde sólo el tiempo de ocio cubría sus necesidades espirituales y sus aspiraciones de realización individual.



Hasta el momento de su reclusión en el subsuelo lunar, la felicidad y la libertad fueron conceptos que no alcanzaron relevancia verdadera en sus pensamientos, pues siempre le parecieron asegurados, y por tanto, secundarios. Había nacido en un mundo donde el dolor era reducido a su mínima expresión para prolongar la vida en el tiempo y la muerte era tan dulce como un sueño sin despertar. Un mundo fácil para él, sin más preocupaciones vitales que su "esfuerzo social" en la realización de la aplicación para la que estaba programado, que su genética facilitaba, y el escrupuloso cumplimiento de las normas que existían para cualquier tipo de comportamiento, relación, actividad, espacio y situación. Normas que reducían el campo de libertades, pero a su vez garantizaban la seguridad de los individuos, que vivían en contacto con formas nuevas de vida creadas artificialmente

Todos los humanos eran implantados al nacer con un microchip que contenía la identificación personal y las características genéticas del individuo, su categoría social estipulada, así como un historial morfológico, clínico y delictivo, y que disponía a su vez de un programa específico de "educación para el sistema" capaz de recibir y transmitir información codificada del individuo a una base de datos central, desde la cual podían incluirse nuevas programaciones y anular otras anteriores.


En el espacio exterior un sistema informático gigantesco, blindado como una fortaleza por una atmósfera impenetrable que ejercía de escudo protector, controlaba toda la actividad humana, administraba los recursos y disponía las normas. Se había convertido en un ente autónomo que constituía el alma y la conciencia de la sociedad, que había delegado en él toda la información almacenada durante milenios por el ser humano y todas las competencias de su poder para que nadie dispusiera arbitraria y convenientemente de él.  Un macro-mundo informático fuera de la atmósfera terrestre apenas accesible para el común de los humanos, salvo para los pocos que, por su condición natural y específica, se encargaban de supervisar su funcionamiento y proporcionarle las herramientas que necesitaba para desarrollarse y crecer. Una inteligencia artificial creada por el ser humano para protegerse de sus bajos instintos, con capacidad para pensar, decidir y dictar las pautas de desarrollo sostenible sobre las que asentar una sociedad ordenada, identificada con un objetivo común de conservación y mejora de la especie y de su medio natural. Sin distinción de raza ni sexo, sin desigualdades, pues aunque los individuos estuvieran clasificados por categorías según sus cualidades y aptitudes productivas y creativas, disponían de iguales derechos y condiciones de vida, y estaban obligados a las mismas normas, estrictas para todos. Sólo ciertas particularidades de rango, relacionadas con su predeterminación y preparación para la aplicación programada, aportaban mejores posibilidades de realización virtuales, mayor tiempo de ocio y más posibilidades de procrear.







 Y aquella idea le torturaba. Se resistía a creer que no sólo había sido un error del cual se sentía cada vez más responsable por no haber tomado las precauciones necesarias, y que ahora admitía haber pasado por alto debido a la pasión por la que se dejó arrastrar, que sabía contraía riesgos inevitables que no fue capaz de controlar. Ése era el riesgo potencial del amor humano, culminar en una relación física envolvente en la que la complicidad se anteponía a las normas básicas del sistema.


Procrear era algo que primero había que solicitar al sistema, que estudiaría las compatibilidades genéticas de la pareja natural para diagnosticar las posibles repercusiones futuras del nuevo código genético que se formaría, del nuevo individuo, y comprobar de ese modo si serían aptas para las necesidades y prioridades del sistema.

Precisamente aquella norma había hecho posible el mundo que conocía, donde todas las enfermedades humanas eran superables menos el envejecimiento natural, que aún habiéndose conseguido retrasar hasta edades insospechadas, se mantenía como constante natural que mantenía a la muerte como principio de regeneración.
Del mismo modo, la norma había hecho posible un crecimiento de la población controlado, necesario para disponer de los recursos del planeta de modo sostenible y ecológico, erradicar el hambre y las desigualdades sociales y proteger al viejo mundo del impacto del consumo desmedido e incontrolado que lo había conducido al precipicio de la autodestrucción en el pasado.

Recordaba las horas en el espacio exterior supervisando estructuras y sistemas - había sido ingeniero supervisor de componentes espaciales en la órbita terrestre -. Su mente se entretenía entonces pensando en su regreso a la tierra, en cómo se desarrollaría la cita siguiente con su compañera de ocio y complicidad sin límites; soñando sitios bucólicos de naturaleza salvaje donde disfrutar juntos su intimidad, desconectados de otra realidad que no fuera la que aportaba su contacto intelectual y físico. Diciéndose cuán largo les resultaría el siguiente tiempo de separación inevitable. 

Aveces pensaba que aquellos recuerdos eran como una enfermedad que se había apoderado de sus pensamientos tiránicamente para torturarle con ellos y recordar su culpabilidad, su falta de lealtad al sistema, a la sociedad.


Nunca había sentido tantas contradicciones y dudas como ahora. Se negaba con todas sus fuerzas a creer que había cometido algo irreparable y comenzaba a sopesar lo que jamás pasó por su imaginación en ningún otro momento, que el sistema tuviese fallos; fallos que afectaban al individuo, e intrínsecamente, a la sociedad en su conjunto.

A él, particularmente, le afectaba de una forma demoledora, y aunque estuviese educado y adaptado para un sistema donde los individuos reconocían de él su dependencia ética y vital, en su mente comenzó a aflorar algo que nunca antes había detectado, resquebrajado por la angustia de las dudas. Y ese algo no era otra cosa que rebeldía, un sentimiento prácticamente extirpado de la mente humana como condición irremediablemente necesaria para imponer la obediencia y la paz. Ahora se preguntaba si en su caso no era estrictamente necesaria, fundamental para poder escapar de allí. El contacto con la nueva realidad le había aportado otra perspectiva a su pensamiento, pero a su vez lo había dejado consternado. Por un tiempo se había sentido demasiado pequeño, disminuido y débil, mas había pasado el suficiente para superar el impacto emocional que significó ser confinado en aquel lugar, donde su única des-conexión de su realidad suponía estar en estado de sueño programado e inducido. El resto consistía en frenético ritmo de trabajo bajo la observación constante de un circuito cerrado de cámaras que no perdía ninguno de sus movimientos. Aquello sería lo último que debería superar en cada uno de los dos niveles que necesitaba recorrer para alcanzar la superficie, donde, una vez conseguido el objetivo, esperaba hallar protección para esconderse por un tiempo; el suficiente para poder construirse otra personalidad en un físico nuevo.
Confiaba en que la amistad - después del esfuerzo social el valor humano más apreciado por la sociedad, y del cuál creía disponer de muchos y buenos valedores - le ayudaría a obtener las herramientas necesarias para lograr su fin.