El adiestrador de mandriles.

Preguntaron las palabras al sentir por las palabras, y el sentir reveló:

- Las palabras son la esencia de nosotros mismos, lo que en definitiva a los demás transmitimos. Son el ser. Espejo y máscara del alma, son guía y perdición. Siempre que a ellas apelamos, en justicia o venganza las convertimos. Virtud son en boca del corazón noble y traición en la del embustero.

Y de pronto cesó el sentir y su silencio provocó que las palabras hablaran por sí mismas, de sí mismas, vacías ya de insensibilidad, de pudor:

- Quise retener la belleza creyendo que era otra cosa lo que anhelaba, y ésta se fue de mí como una hoja de acacia que se lleva el viento de otoño. Quise retener el tiempo porque era feliz y la felicidad se alejó de mí súbitamente, sin que yo pudiera evitarlo. Ahora deseo ser feliz y el amor me hace desgraciado, pero no se aleja..