Preguntaron las palabras al sentir: -¿Que justicia tenemos? ¿Deseamos de verdad justicia? ¿Tendremos justicia?- Y el sentir reveló:
- Por más que nos empeñemos, siempre hemos tenido y tenemos nuestra propia justicia. Nada que ver con Dios ni mucho menos. A lo largo de los tiempos si que la hemos etiquetado con su nombre para mejor justificarla, pero no ha sido Dios quien nos la ha impuesto, sino la moralidad humana que supuestamente parte de lo físico y no de lo abstracto, de lo real y no de lo sobrenatural. Entonces quizás, la justicia que buscamos los hombres no sea más que una pretensión, pues parte de la manipulación interesada. Precisamente por eso nunca tenemos la justicia que deseamos.
Imposible conciliar los deseos de justicia de tantas almas rompiéndola en tantas partes. No es lo mismo la ley del ladrón que la del guardián; del que pide que del que presta; del que manda que del que obedece; del que mata que del que muere... Y la justicia entonces no es igual para el ladrón que para el guardián; para quien pide que para quien presta; para quien manda que para quien obedece; para quien mata, que para quien muere.
Y por eso nuestro eterno anhelo de justicia universal; utopía sangrienta que no terminará jamás.
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