Solamente el rumor de una brisa ligera, transmisora involuntaria de los murmullos de la noche clara y cálida que a ambos amigos acogía, rompía el nuevo silencio abierto entre los dos; como si el aire al moverse significase un respiro, una tregua pactada con el firmamento puro, diáfano, que iluminaba sus caras. Se miraron mutuamente y juntos elevaron sus ojos al cielo, seguros de diluir sus almas en un mar de estrellas inmenso, eterno. Fueron durante un instante lo mismo: no existían palabras vacías ni sentimientos que no se pudiesen definir.
Por las últimas palabras de su amigo el sentir había comprendido su sufrimiento, y sin poder contenerse más reveló:
- Nada hay más amargo que el desengaño, ni más doloroso que la separación de lo que se ama. Cuando la amistad se rompe y el amor se olvida, hay desengaño y dolor. Porque la ilusión hace crecer la amistad, igual que al amor el ideal lo hace bello.
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