Las palabras surgieron de sí mismas, por sí mismas; y replicaron al sentir con intensidad y calidez:
-¡Cuanto me esfuerzo en hacer lo que no debo! Intento retener lo que amo, pero se me escapa. Mi instinto de protección me traiciona y crea desconfianza y debilidad a mi lado.
Pongo mi fe en algo y me invade el infortunio.
Muestro mi tristeza y lloro cuando el mundo enseña su alegría. Y si por fin río contagiado por su jovial inconsciencia, solo percibo el silencio del loco, que por un instante siente que abandonan su mente los fantasmas.
¡Cuanto me esfuerzo en hacer lo que no debo!Exhortó el sentir a las palabras y reveló:
- Realmente, como un río, la vida nos lleva inexorablemente; y con frecuencia nos esforzamos por nadar contracorriente. Pero es en vano, porque la corriente de la vida es mas fuerte que nuestro afán de perdurar.
Lo mejor es dejarse llevar, pero sin apartarse demasiado de la orilla, para así poder
amarrarse cuando arrecie la tormenta.
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